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La Semana de oración por la unidad de los cristianos tiene lugar en el hemisferio norte del 18 al 25 de enero, mientras que en el hemisferio sur suele celebrarse en torno a Pentecostés. El tema, sin embargo, es común entre todos.
Un poco de historia…
La historia de la semana se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX. En 1894, el Papa León XIII promovió la práctica del Octavario de Oración por la Unidad y animó a los católicos a rezar el Rosario por la intención de la unidad cristiana.
Poco más de una década después, dos estadounidenses, el Padre Paul James Wattson y la Hermana Lurana White, cofundadores de los Frailes Franciscanos y las Hermanas de la Expiación, iniciaron un movimiento de oración para orar por los cristianos no católicos y el regreso a la Santa Sede. Ambos eran episcopales que se convirtieron al catolicismo.
En 1907, una conversación entre el Padre Wattson y un clérigo inglés, el Reverendo Spencer Jones, llevó al Reverendo Jones a sugerir que se dedicara un día a la oración por la unidad cristiana. El padre Wattson estuvo de acuerdo, pero propuso una octava de oración entre la festividad de la Cátedra de San Pedro, el 18 de enero, y la festividad de la Conversión de San Pablo, el 25 de enero. La primera «Octava de la Unidad de la Iglesia» se celebró en 1908.
Tras la conversión del padre Wattson y la hermana Lurana al catolicismo, el papa Pío X bendijo la Octava de la Unidad de la Iglesia, y en 1916, el papa Benedicto XV extendió su observancia a toda la Iglesia.
Si bien la Iglesia Católica adoptó la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, fue el abad Paul Couturier, sacerdote de la Arquidiócesis de Lyon (Francia), quien, en 1935, contribuyó a extender su alcance a otras confesiones cristianas. Promovió una “Semana Universal de Oración por la Unidad de los Cristianos” basándose en la voluntad del Señor: «Nuestro Señor concedería a su Iglesia en la tierra la paz y la unidad que tenía en mente y propósito cuando, en la víspera de su Pasión, oró para que todos fueran uno». Fue una forma eficaz de unir a todos los cristianos en una misma oración.
En 1964, en Jerusalén, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I rezaron juntos la oración de Jesús “para que todos sean uno” y, ese mismo año, el Decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II subrayó que la oración es el alma del Movimiento ecuménico, alentando la celebración de la Semana.
En el año de 1968, las distintas iglesias utilizaron por primera vez los textos creados a través del esfuerzo conjunto de la Comisión de Fe y Constitución (CFC) y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. La cooperación entre estas dos organizaciones ha crecido desde entonces, lo que ha dado lugar a publicaciones conjuntas.
En el 2021 el Papa Francisco invitó a todos los bautizados a emprender juntos un camino para construir una Iglesia sinodal, y en la Vigilia Ecuménica del 30 de septiembre, en vísperas de la primera fase de la XVI Asamblea del Sínodo de los Obispos, observó: “El silencio es esencial en el camino de la unidad de los cristianos. De hecho, es fundamental para la oración, de la que parte el ecumenismo y sin la cual es estéril”.
