GENFEST 2024
¿QUIÉNES SOMOS?
La SOUC deriva del Octavario de oración por la unidad de los cristianos introducido por Paul Wattson, un ministro episcopaliano que más tarde se hizo católico. Eligió las fechas situándolas entre dos fiestas litúrgicas relacionadas con los apóstoles: el 18 de enero conmemoraba la cátedra de San Pedro en Antioquía y el 25, como la
SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS 2025 EN MONTERREY. Leer más »
PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS. EL OBISPO Y LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS: VADEMÉCUM ECUMÉNICO Prefacio El ministerio confiado al obispo comporta un servicio a la unidad. A la unidad de su propia diócesis y a la unidad entre su Iglesialocal y la Iglesia universal. Se trata de un ministerio con un significado especial: la búsqueda de la unidad de todos los discípulos deCristo. Entre las tareas del oficio pastoral del obispo, el Código de Derecho Canónico de la Iglesia latina destaca claramente, laresponsabilidad de promover la unidad de los cristianos: “Debe mostrarse humano y caritativo con los hermanos que no estén encomunión plena con la Iglesia católica, fomentando también el ecumenismo tal y como lo entiende la Iglesia” (Can 383 §3 CIC1983). El obispo no puede considerar la promoción de la causa ecuménica como una tarea más dentro de su variado ministerio;una tarea que podría y debería posponerse en vista de otras prioridades, aparentemente más importantes. El compromisoecuménico del obispo no es una dimensión opcional de su ministerio episcopal, sino un deber y una obligación. Esto aparecetodavía con más evidencia en el Código de los cánones de las Iglesias orientales que dedica una sección especial a la tareaecuménica, recomendando específicamente que los pastores de la Iglesia “trabajen con celo participando en la tarea ecuménica”(Can 902–908 CCEO 1990). En su servicio a la unidad, el ministerio pastoral del obispo se extiende no sólo a la unidad de su propiaIglesia, sino también a la unidad de todos los bautizados en Cristo. El presente documento, “El obispo y la unidad de los cristianos: Vademécum ecuménico”, publicado por el Pontificio Consejo parala Promoción de la Unidad de los Cristianos, se ofrece a los obispos diocesanos y eparquiales para ayudarles a comprender ycumplir mejor su responsabilidad ecuménica. Este Vademécum responde a una petición surgida en una Asamblea Plenaria delPontificio Consejo. El texto fue elaborado por los oficiales del Consejo, con la asesoría de algunos expertos y el acuerdo de losdicasterios competentes de la Curia Romana. Y ahora nos complace publicarlo con la bendición del Santo Padre, el Papa Francisco. Ponemos esta obra a disposición de los obispos del mundo, esperando que en sus páginas encuentren pautas claras y útiles, queles ayuden a dirigir las Iglesias locales, confiadas a su ministerio pastoral, hacia aquella unidad por la que el Señor oró y a la que laIglesia está irrevocablemente llamada. Cardenal Kurt Koch Presidente X Brian FarrellObispo titular de AbitiniaSecretario Siglas CCEO Código de los cánones de las Iglesias orientales (1990) CIC Código de Derecho Canónico (1983) DE Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo (1993), Pontificio Consejo para la Promoción de laUnidad de los Cristianos EG Evangelii gaudium (2013), Exhortación Apostólica de Papa Francisco LG Lumen gentium (1964), Constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II UR Unitatis redintegratio (1964), Decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II UUS Ut unum sint (1995), Carta encíclica de Juan Pablo II sobre el empeño ecuménico. Introducción 1. La búsqueda de la unidad es intrínseca a la naturaleza de la Iglesia La oración de Nuestro Señor por la unidad de sus discípulos “para que todos sean uno” está estrecha-mente vinculada a la misiónque les da, “para que el mundo crea” (Jn 17, 21). El Concilio Vaticano II resaltó que la división entre las comunidades cristianas“repugna abiertamente a la voluntad de Cristo y es piedra de escándalo para el mundo y obstáculo para la causa de la difusión delEvangelio por todo el mundo” (Unitatis redintegratio [UR] 1). En la medida en que los cristianos dejan de ser signo visible deunidad, fracasan en su deber misionero de ser instrumentos que llevan a la humanidad hacia la unidad salvífica que resplandece enla comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Se entiende así por qué la obra de la unidad es fundamental para nuestraidentidad como Iglesia. Como escribió San Juan Pablo II en la encíclica Ut unum sint, que constituye una etapa fundamental en elcompromiso ecuménico de la iglesia católica: “la búsqueda de la unidad de los cristianos no es un hecho facultativo o deoportunidad, sino una exigencia que nace de la misma naturaleza de la comunidad cristiana.” (Ut unum sint [UUS] 49, ver también3). 2. Una comunión real, aunque incompleta El Decreto del Concilio Vaticano II sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, reconoció que todos los que creen en Cristo y sonbautizados con agua en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, son verdaderamente nuestros hermanos y hermanas enCristo (véase UR 3). Por el bautismo “quedan incorporados a Cristo” (UR 3), “se incorporan real-mente a Cristo crucificado yglorioso y se regeneran para el consorcio de la vida divina” (UR 22). El Concilio también reconoció que las comunidades a las quepertenecen estos hermanos y hermanas poseen muchos elementos esenciales queridos por Cristo para su Iglesia, de tal maneraque el Espíritu Santo se sirve de ellas como “medios de salvación” y, por tanto, mantienen una comunión real, aunque incompleta,con la Iglesia católica (cf. UR 3). El Decreto se propuso especificar mejor los ámbitos de nuestra vida de iglesia en los que existeesta comunión, y en qué medida la comunión eclesial varía de una comunidad cristiana a otra. Finalmente, Unitatis redintegratio,sin dejar de reconocer el valor positivo de las otras comunidades cristianas, lamenta que en virtud de la herida abierta por lasdivisiones, “a la misma Iglesia le resulta muy difícil expresar, bajo todos los aspectos, en la realidad misma de la vida, la plenitud dela catolicidad” (UR 4). 3. La unidad de los cristianos como vocación de toda la Iglesia “El empeño por restablecer la unidad”, escribió el Concilio Vaticano II, “corresponde a la Iglesia entera y afecta tanto a los fielescomo a los pastores, a cada uno según su propia condición, ya en la vida cristiana diaria, ya en las investigaciones teológicas ehistóricas” (UR 5). La insistencia del Concilio en que el esfuerzo ecuménico compromete a todos los fieles, y no sólo a los teólogosy responsables de las iglesias involucrados en los diálogos internacionales, viene subrayada repetidamente en los documentosposteriores de la Iglesia. En Ut unum sint, San Juan Pablo II escribió que el compromiso ecuménico “lejos de ser una prerrogativade la Sede Apostólica, atañe también a las Iglesias locales o particulares” (UUS 31). La comunión real aunque imperfecta, que yaexiste entre católicos y otros cristianos bautizados puede y debe profundizarse simultáneamente a diversos niveles. La expresióndel Papa Francisco “caminando juntos, rezando juntos y trabajando juntos” resume de forma adecuada este planteamiento.Compartiendo nuestra vida de fe con otros cristianos, orando con ellos y por ellos, testimoniando activamente y en común nuestrafe cristiana, crecemos en la unidad que el Señor deseó para su Iglesia. 4. El obispo como principio visible de unidad El obispo, como pastor del rebaño, tiene la responsabilidad precisa de reunir a todos en la unidad. Él es “principio y fundamentovisible de unidad” en su Iglesia particular (Lumen Gentium [LG] 23). El ministerio al servicio de la unidad no es una de las tantastareas del obispo; sino que es un ministerio fundamental. El obispo “sentirá la urgencia de promover el ecumenismo” (ApostolorumSuccessores [AS] 18). Arraigado en su oración personal, la preocupación por la unidad debe informar cada aspecto de suministerio: su enseñanza de la fe, su ministerio sacramental, y las decisiones de su gobierno pastoral. El obispo está llamado aconstruir y fortalecer la unidad por la que Jesús oró en la Última Cena (cf. Jn 17). La acogida del movimiento ecuménico por partede la Iglesia católica destacó ulteriormente la dimensión de su ministerio en favor de la unidad. En consecuencia la preocupacióndel obispo por la unidad de la Iglesia debe extenderse a “los que todavía no son de la única grey” (LG 27), pero son nuestroshermanos y hermanas en el Espíritu mediante los lazos de comunión reales aunque imperfectos que unen a todos los bautizados. Este ministerio episcopal de unidad está profundamente ligado a la sinodalidad. Según el Papa Francisco, “el atento examen sobrecómo se articulan en la vida de la Iglesia el principio de la sinodalidad y el servicio de quien preside ofrecerá una aportaciónsignificativa al progreso de las relaciones entre nuestras Iglesias”[1]. Los obispos que componen un colegio junto con el Papa,ejercen su ministerio pastoral y ecuménico de manera sinodal con todo el pueblo de Dios. Como enseña el Papa Francisco, “elcompromiso de edificar una Iglesia sinodal — misión a la cual todos estamos llamados, cada uno en el papel que el Señor le confía— está grávido de implicaciones ecuménicas”[2], porque tanto la sinodalidad como el ecumenismo son un camino para recorrerjuntos. 5. El Vademécum: una guía para el obispo en su función de discernimiento La tarea ecuménica está siempre influenciada por la gran variedad de contextos en que los obispos viven y trabajan. En algunasregiones los católicos son la mayoría; en otras, una minoría respecto a las demás comunidades cristianas; y en otras, la cristiandadmisma es una minoría. Los desafíos pastorales son también muy diversos. Corresponde siempre al obispo diocesano/eparquialevaluar los desafíos y oportunidades de su contexto, y discernir la aplicación de los principios católicos del ecumenismo en supropia diócesis o eparquía[3]. El Directorio para la Aplicación de Principios y Normas sobre el Ecumenismo (1993, en adelanteDirectorio Ecuménico [DE]), es un texto de referencia para la tarea de discernimiento del obispo. Este Vademécum se propone alobispo como un estímulo y una guía para el cumplimiento de sus responsabilidades ecuménicas. PARTE 1 La promoción del ecumenismo dentro de la Iglesia católica 6. La búsqueda de la unidad: un desafío ante todo para los católicos Unitatis redintegratio enseña que es deber primordial de los católicos “considerar también por su parte, con ánimo sincero ydiligente, lo que hay que renovar y corregir en la misma familia católica” (4). Por esta razón, es necesario que los católicos, antesde comenzar por sus relaciones con los otros cristianos, “examinen su fidelidad a la voluntad de Cristo con relación a la Iglesia y,como es debido, emprendan animosos la obra de renovación y de reforma” (4). Esta renovación interior dispone y ordena a laIglesia al diálogo y a relacionarse con los demás cristianos. Es un esfuerzo que se refiere tanto a las estructuras eclesiales (secciónA) como a la formación ecuménica de todo el pueblo de Dios (sección B). 7. El obispo como hombre de diálogo que promueve el compromiso ecuménico Christus Dominus 13 describe al obispo como un hombre de diálogo, que involucra a las personas de buena voluntad en unabúsqueda común de la verdad a través de una conversación marcada por la claridad y la humildad, y en un contexto de caridad yamistad. El Código de Derecho Canónico (CIC), canon 383, §3, se refiere a la misma idea, describiendo las responsabilidadesecuménicas del obispo como “mostrarse humano y caritativo con los hermanos que no estén en comunión plena con la Iglesiacatólica” y “fomentar el ecumenismo tal y como lo entiende la Iglesia”. Por lo tanto, la tarea ecuménica del obispo es promovertanto el “diálogo de la caridad” como el “diálogo de la verdad”. 8. La responsabilidad del obispo de orientar y dirigir las iniciativas ecuménicas Unida a la disposición personal para el diálogo, el obispo ejerce una función de liderazgo y de gobierno. Unitatis redintegratio prevéque el pueblo de Dios se comprometa en una variedad de actividades ecuménicas, pero siempre “bajo la vigilancia de los pastores”(UR 4). El canon 755, enmarcado en la parte del Código dedicada a la función docente de la Iglesia, estipula que “Corresponde enprimer lugar a todo el Colegio de los Obispos y a la Sede Apostólica fomentar y dirigir entre los católicos el movimiento ecuménico”(CIC 755, §1). Además, es responsabilidad de los obispos, tanto a nivel individual como reunidos en conferencias episcopales osínodos, “establecer normas prácticas”, “según la necesidad o conveniencia del momento” (CIC 755, §2; véase también AS 18). Alestablecer estas normas, los obispos, sea que actúen singularmente o como conferencia episcopal, deben evitar cualquier tipo deconfusión o malentendidos y velar que no se dé motivo de escándalo entre los fieles. El Código de los cánones de las Iglesias orientales (CCEO) dedica todo un título al ecumenismo (XVIII). En él se destaca que lasIglesias católicas orientales tienen el “deber especial” de fomentar la unidad entre las Iglesias orientales y acentúa el papel de losobispos eparquiales en esta tarea: ellos deben promover la unidad “en primer lugar con sus oraciones, con el ejemplo de la vida,con la fidelidad religiosa a las antiguas tradiciones de las Iglesias orientales, con un mejor conocimiento recíproco, y con lacolaboración y el respeto fraterno en la práctica y en el espíritu” (Canon 903). 9. El nombramiento de delegados para el ecumenismo El Directorio Ecuménico (cf. 41) recomienda que el obispo nombre un delegado diocesano para el ecumenismo, que debe ser suestrecho colaborador y consejero en los asuntos ecuménicos. También propone que establezca una comisión diocesana (osecretariado) de ecumenismo para ayudarle en la aplicación de la enseñanza de la Iglesia sobre el ecumenismo, tal como loestablecen los documentos y las directivas de la conferencia episcopal o sinodal (cf. DE 42-45). Tanto el delegado como losmiembros de la comisión ecuménica pueden servir de contacto con las otras comunidades cristianas, y pueden representar alobispo en las reuniones ecuménicas. Así mismo, para garantizar que también las parroquias católicas vivan plenamente elcompromiso ecuménico en sus localidades, muchos obispos han juzgado útil promover el nombramiento de encargados de laanimación y la coordinación ecuménica parroquial, tal como se prevé en el Directorio Ecuménico (45 y 67). 10. La Comisión ecuménica de las Conferencias Episcopales y los Sínodos de Iglesias orientales católicas Allí donde la conferencia episcopal o el sínodo sea lo suficientemente grande, el Directorio Ecuménico recomienda que se formeuna comisión episcopal para el ecumenismo (DE 46-47). Estos obispos han de ser asistidos por un equipo de consultores expertosy, si fuese posible, por un secretariado permanente. Una de las principales tareas de la comisión es aplicar los documentosecuménicos de la Iglesia a la praxis concreta más apropiada para el contexto local. Cuando la conferencia es demasiado pequeñapara formar una comisión episcopal, el Directorio Ecuménico sugiere que un obispo, asistido por asesores competentes, searesponsable de la actividad ecuménica (DE 46). La tarea de la comisión ecuménica es apoyar y asesorar a los obispos y a los distintos organismos de la conferencia episcopal en elcumplimiento de sus responsabilidades ecuménicas. El Directorio Ecuménico prevé que la comisión colabore con las institucionesecuménicas existentes a nivel nacional o territorial. Cuando se considere oportuno, la comisión puede entablar diálogos y consultascon otras comunidades cristianas. Los miembros de la comisión podrían representar a la comunidad católica o designar unrepresentante cuando se le invite a asistir a un evento importante en la vida de otra comunidad cristiana. Recíprocamente tambiéndeben garantizar un nivel adecuado de representación de los invitados o delegados en los momentos importantes de la vida de laIglesia católica. Apostolorum Successores (cf. 170) sugiere invitar observadores de otras comunidades cristianas a los sínodosdiocesanos, previa consulta con los líderes de esas comunidades. La visita ad limina Apostolorum ofrece a los obispos una oportunidad para compartir sus propias experiencias e inquietudesecuménicas con el Santo Padre, con el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y con otros dicasteriosde la Curia Romana. También es una ocasión para que los obispos pidan informaciones o asesoramiento al Pontifico Consejo. B. La dimensión ecuménica de la formación 11. Un pueblo debidamente dispuesto para el diálogo y el compromiso ecuménico Mediante la formación, el obispo puede garantizar que los fieles de su diócesis estén debidamente preparados para trabajar con losotros cristianos. Unitatis redintegratio (11) aconseja que quienes participan en el diálogo ecuménico desempeñen su tarea con“amor a la verdad, con caridad y con humildad”. Estas tres disposiciones fundamentales deben estar al centro de la formaciónecuménica de todo el pueblo de Dios. Ante todo, el ecumenismo no consiste en una solución de compromiso, como si la unidad tuviera que lograrse a expensas de laverdad. Al contrario, la búsqueda de la unidad nos lleva a una valoración más plena de la verdad revelada por Dios. Por tanto, labase de la formación ecuménica exige que “la fe católica hay que exponerla con más profundidad y con más rectitud, para quetanto por la forma como por las palabras pueda ser cabalmente comprendida también por los hermanos separados” (UR 11). Estasexposiciones deben evidenciar que “hay un orden o ‘jerarquía’ de las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexióncon el fundamento de la fe cristiana” (UR 11). Aunque creemos todas las verdades reveladas con la misma fe divina, su significadodepende de su relación con los misterios salvíficos de la Trinidad y la salvación en Cristo, fuente de todas las doctrinas cristianas. Alsopesar las verdades, en lugar de enumerarlas simplemente, los católicos han de alcanzar una comprensión más exacta de launidad que existe entre los cristianos. En segundo lugar, la virtud de la caridad exige que los católicos eviten presentaciones polémicas de la historia cristiana y de lateología y, en particular, que eviten tergiversar las posiciones de los otros cristianos (cf. UR 4, 10). Más bien, los formadoresimbuidos por una actitud de caridad, pondrán siempre el acento en la fe cristiana que compartimos con los demás, presentandocon equilibrio y precisión las diferencias teológicas que nos dividen. De esta manera, la formación puede ayudar a eliminar losobstáculos al diálogo entre los cristianos (UR 11). El Concilio Vaticano II insistió en que “el verdadero ecumenismo no puede darse sin la conversión interior” (UR 7). Una actituddebidamente humilde permite a los católicos apreciar “lo que Dios realiza en quienes pertenecen a las otras Iglesias yComunidades eclesiales” (UUS 48), y a su vez les abre el camino para aprender de estos hermanos y hermanas y para recibir susdones. La humildad vuelve a ser necesaria cuando, a través del encuentro con otros cristianos, refulge una verdad “que podríaexigir revisiones de afirmaciones y actitudes” (UUS 36). I) La formación de laicos, seminaristas y clérigos 12. Una síntesis de las recomendaciones del Directorio Ecuménico sobre la formación La dimensión ecuménica debe estar presente en todos los aspectos y disciplinas de la formación cristiana. En primer lugar, elDirectorio Ecuménico ofrece pautas para la formación ecuménica de todos los fieles (cf. 58-69). Prevé que esta formación tengalugar a través del estudio y la predicación de la Palabra, la catequesis, la liturgia y la vida espiritual, y en una variedad decontextos, como la familia, la parroquia, la escuela y las asociaciones laicales. A continuación, el documento ofrece orientacionespara la formación de los que se dedican a la pastoral, sean ordenados (cf. 70-82) o laicos (cf. 83-86). Propone dos cosas: que todoslos cursos se impartan con dimensión y sensibilidad ecuménica, y que un curso específico sobre ecumenismo forme parteintegrante del primer ciclo de los estudios teológicos (cf. 79). Destaca especialmente la dimensión ecuménica de la formación enlos seminarios y recomienda que se dé a todos los seminaristas la posibilidad de tener una experiencia ecuménica (cf. 70-82). Eldocumento considera también la formación continua de los sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos (cf. 91).
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